Consideraciones Emocionales y Antropológicas del Dolor

Consideraciones Emocionales y Antropológicas del Dolor - Salvador González Barón

Autor: Salvador González Barón. 

Catedrático Emérito de Fisiología Humana. 
Presidente de Euvita. 

En la última década se ha producido un avance muy importante en el estudio y conocimiento del dolor y de su estrecha relación con las respuestas emocionales.

El estudio en profundidad del tema del dolor ha obligado necesariamente a un abordaje multidisciplinar en el que se han contemplado aspectos neurofisiológicos muy diversos, clínicos, psicológicos y antropológicos.

Contenido

1. ¿Qué es el dolor en sentido amplio?

El dolor es una realidad que se presenta en todos los seres humanos. Tiene carácter de misterio y enigma, porque entendido en un sentido amplio, como sufrimiento, no es un simple fenómeno fisiológico o fisiopatológico.

El dolor es un daño que se percibe como un intruso punzante que desorganiza la relación del hombre con su cuerpo, rompe la armonía del alma, la armonía psicofísica del yo y su cuerpo, rompe el silencio de los órganos.

El dolor es un acontecimiento existencial que afecta a la totalidad del sujeto y que de alguna manera le interpela y le obliga a reaccionar. Generalmente aparece como algo rechazable, difícil de aceptar en un primer momento.

Se percibe como una circunstancia “inevitable” que finalmente lleva a modificar y transformar las costumbres del sujeto, y que si es bien acogido puede facilitar alcanzar la plenitud como persona.

2. ¿Qué sucede cuando uno experimenta el dolor?

Tras una primera reacción de rechazo o huida, y tan pronto como es posible, el sujeto que padece se ve obligado a dar una repuesta que le lleva a adoptar una nueva actitud que permita integrar el dolor en su esquema de valores.

Cuando surge, especialmente si es persistente y rebelde a los tratamientos, y sobre todo si ocurre de forma inesperada, siempre se caracteriza porque plantea de inmediato una serie de preguntas existenciales.

El sujeto que lo padece se interroga a sí mismo con preguntas, como ¿por qué esto me ha sucedido a mí? – a este familiar, o a este amigo-, y otra interrogante que surge es ¿para qué?, pregunta que hace referencia al sentido del dolor. Tras estas preguntas, el hombre “paciente” se plantea, antes o después la búsqueda del último sentido de su propia existencia.

Consideraciones emocionales y antropológicas del dolor - Salvador González Barón

3. ¿Qué es el dolor desde un punto de vista físico u orgánico?

El dolor desde un punto de vista “físico” u “orgánico” se considera una respuesta neurofisiológica muy compleja, que se diferencia notablemente de cualquier otra experiencia sensorial.

Como otras percepciones, el dolor se determina por interacciones entre el conjunto de mecanismos sensitivo-neurales y otros factores que representan los diferentes procesos fisiopatológicos (mecanismos de manifestación clínica de una enfermedad) que lo desencadenan.

No informa sobre el entorno inmediato o sobre la situación del propio organismo, sino que avisa o pone en alerta sobre cualquier tipo de lesión o agresión tisular (de los tejidos del organismo), cumpliendo así una cierta función de homeostasis (mecanismos de autorregulación), relacionada con la supervivencia del sujeto.

Desde un punto de vista fisiopatológico, el dolor se valora como signo de especial importancia diagnóstica en virtud de las características particulares con que se presenta. Pero en ciertas circunstancias, cuando se instaura con intensidad elevada, es rebelde a los tratamientos habituales y se hace crónico, el dolor se constituye en sí mismo en una entidad patológica propia que hay que tratar y manejar debidamente.

4. Definición del dolor orgánico

El dolor orgánico no resulta fácil de definir. Recogemos aquí la establecida por la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor que es la más aceptada por la comunidad científico-médica: “El dolor es una vivencia sensorial y afectiva desagradable asociada a lesión tisular real o potencial que se describe en términos de dicha lesión”.

De acuerdo con el enunciado expuesto, viene definido por un a) fuerte componente afectivo-emocional de carácter desagradable, b) inseparablemente unido a otro componente estrictamente sensorial.

5. Aspectos emocionales del dolor

Se puede afirmar que el aspecto emocional está siempre unido a la percepción dolorosa, aunque puede variar en intensidad de forma considerable. Es conocido y de experiencia común, la existencia de diferentes tipos de reacciones emocionales que acompañan al dolor: ansiedad, miedo, depresión, enfado, frustración, etc.

Desde tiempos antiguos el dolor es entendido como un «afecto o pasión» bien diferenciado de los cinco sentidos clásicos, Aristóteles lo consideraba “la pasión del alma”. Pero ha sido desde la segunda mitad del siglo xx cuando se ha reconocido como una experiencia afectiva desagradable y no sólo como una sensación en sentido “clásico”, ya que no hace referencia a la detección de cualidades de objetos externos.

Según Chapman “la emoción no es simplemente una consecuencia de la sensación dolorosa que se presenta después de que llega un mensaje sensorial nocivo a la corteza somatosensorial, sino que es una parte fundamental de la experiencia”.

6. El dolor como una experiencia sensorial

De los numerosos estudios realizados se deduce la complejidad que entraña la respuesta dolorosa. Desde un punto de vista neurofisiológico ya aparece como una respuesta sensorial nada simple.

Junto a componentes estrictamente sensoriales cuyos mecanismos neuronales tienen como objetivo la localización y el reconocimiento de los detalles del estímulo nociceptivo (proceso neuronal de codificación y procesamiento de estímulos lesivos en los tejidos), se asocia un fuerte componente afectivo-emocional de carácter desagradable que se expresa por medio de modificaciones psicoorgánicas muy diversas: autonómicas o vegetativas, psicomotoras, conductuales, etc.

En la respuesta dolorosa aparecen estrechamente interrelacionados aspectos sensoriales, emocionales y cognitivos. Es lo que se denominó teoría multidimensional del dolor, desarrollada en 1968 por Melzack y Casey.

Utilizando técnicas morfológicas, electrofisiológicas y químicas se han estudiado en las últimas décadas diversos aspectos del procesamiento de la información a niveles del sistema nervioso periférico y central.

El estudio cada vez más en profundidad de las funciones sensoriales y el desarrollo farmacológico de distintos analgésicos ha hecho poner el énfasis en una visión del dolor llamémosle “sensorial”, poniendo en segundo término los aspectos emocionales y cognitivos.

Esto ha propiciado que desde hace años se haya desarrollado un amplio y riguroso trabajo de investigación en el conocimiento de los aspectos sensoriales del dolor. Sin embargo, la irrupción de técnicas de imagen para el estudio del cerebro humano ha permitido en los últimos años, una mayor información sobre las bases neurofisiológicas de los componentes emocionales y cognitivos.

7. Gran variabilidad de la percepción dolorosa

La gran variabilidad en la percepción dolorosa de unos sujetos a otros, o incluso en el mismo individuo, le hace también diferir de otras percepciones sensoriales y pone de manifiesto que en la respuesta dolorosa queda implicada la totalidad de la persona.

Esa gran variabilidad en cuanto a la intensidad y modo de percibir el dolor no sólo se da entre individuos de costumbres y ambientes socioculturales diferentes. También se observa en el mismo individuo, dependiendo del estado de ánimo, de la existencia simultánea de otros dolores, del estado de salud, momento biográfico y de otras muchas circunstancias que concurren en cada momento.

Todo parece ocurrir como si el sistema nervioso central realizara la representación de un cambio de estado en una parte del organismo, llevando a cabo una percepción somatosensorial, implicando a todo el sujeto, que se ve sometido a una peculiar situación emocional desagradable. Reacción emocional que es secundaria a una modificación de la situación orgánica inicial.

8. ¿Es completa la visión del dolor desde un punto de vista orgánico?

Pero el dolor entendido exclusivamente desde un punto de vista “orgánico” es una visión muy incompleta en el hombre. Ya que como hemos indicado, no es una simple “reacción mecánica” del organismo ante determinados estímulos, que frecuentemente son lesiones. Para ser bien comprendido requiere ser abordado desde un enfoque antropológico. Por ello hemos considerado oportuno comentar las características fundamentales del hombre como persona, desde un punto de vista antropológico, aspecto que desarrollaremos con más detalles en otro artículo.

9. Enfoque antropológico del dolor

Frente a la definición expuesta anteriormente, tan utilizada en el ámbito clínico, se han propuesto otras con un enfoque antropológico. Entre ellas enunciamos la siguiente de Le Breton: “el dolor humano es una experiencia altamente simbólica, una percepción compleja que se integra en la experiencia acumulada de vida de una persona, sentida y evaluada en términos de significación y valor”.

El dolor no es una reacción mecánica del organismo corporal a determinados estímulos, sino que se halla sujeto a modulaciones y variaciones sociales, culturales, simbólicas e individuales. Según esa interpretación el dolor, como el cuerpo, tiene una importante dimensión simbólica. Está configurado por valores y significado.

Este enfoque rompe con el modelo dualista que separa el cuerpo del alma, lo orgánico y lo psicológico.

Hay que señalar que, una interpretación del dolor y del cuerpo humano desde un enfoque simbólico en los términos señalados, aporta un nuevo enfoque más en consonancia con la realidad del hombre, pero tiene el riesgo de un cierto reduccionismo, ya que el cuerpo del hombre es una dimensión y parte integral e inseparable de la persona.

10. El dolor escuela de aprendizaje

Se ha señalado que el dolor es una escuela de aprendizaje. Efectivamente observaciones clínicas y la experiencia de muchos pacientes muestran que el dolor hace patente la “debilidad” y “precariedad” del hombre. Sin embargo, la experiencia dolorosa es más rica y compleja que la mera sensación del dolor.

El dolor del cuerpo es personal pero infinitamente menos íntimo que el dolor moral. Un dolor moral hace más daño porque puede desenfocar por completo la explicación del sentido de la vida.

La constatación de las limitaciones humanas se entiende mejor desde el propio sufrimiento, que con frecuencia trata de ser compartido; lo que lleva a buscar la ayuda de otras personas, fundamentalmente del ámbito familiar.

Esta situación facilita que el sujeto paciente se vea impulsado a ofrecerse a ellas, estableciéndose un intercambio de vivencias y preocupaciones que tal vez hasta entonces no se daba. Es decir, el dolor se extiende a las personas cercanas al paciente, aunque de forma distinta.
Consideraciones Emocionales y Antropológicas del Dolor - Salvador González Barón

En consecuencia, hay una intercomunicación de experiencias entre el paciente y los más cercanos. El que padece aprende a vivir el dolor y a la vez facilita que los “acompañantes” también adquieran ese aprendizaje. De esa experiencia se benefician ambos, aunque hay que decir que “el dolor que más enseña es el propio”.

Siempre que se presenta el dolor, el hombre sufre en sentido profundo, porque todo dolor físico u orgánico- y por supuesto el dolor interno o espiritual-siempre va asociado al dolor moral o sufrimiento.

Conclusión

El presente trabajo aborda las Consideraciones Emocionales y Antropológicas del Dolor resaltando al dolor como una experiencia existencial que afecta a toda la persona. El dolor afecta tanto a su cuerpo como a su alma y espíritu. Esta experiencia lleva a la persona a integrar el dolor con su escala de valores, a plantearse preguntas existenciales en busca del sentido último de su propia existencia.

El dolor desde un punto de vista orgánico (corporal-emocional-cognitivo), se la considera como una vivencia sensorial y afectiva desagradable que produce diferentes tipos de reacciones como la tristeza, congoja, ansiedad, angustia, temor o miedo, la depresión, enfado, frustración, desesperación, entre otras.

Existe gran variabilidad en la intensidad y modo de percibir el dolor, lo que destaca la singularidad de la persona.

Sin embargo, esta visión es incompleta porque le falta el componente antropológico que integre y dé significado al dolor con el cúmulo de experiencias vividas y así pueda aprender a vivir con él y compartir sus vivencias.

Esta es una razón más por lo que no se puede ni se debe vulnerar la vida de una persona, porque tiene una altísima dignidad. Cada persona es un tesoro que emana vivencias y sabiduría del cual todos podemos aprender y acompañar, independiente de su condición o circunstancias.

En su lugar hay que ayudar al enfermo a que acepte su dolor y aprenda a vivir con su enfermedad. Habrá que poner siempre todos los medios terapéuticos, psicológicos, y cognitivos para suprimir, o al menos aliviar, su dolor físico y comprender su dolor moral. Una vez en esta senda, el escenario doloroso se tornará en una verdadera escuela de aprendizaje, de sentido de vida, de perdón y reconciliación para todo su entorno, del cual se asimilarán grandes experiencias que nunca se olvidarán.

Esto no lo logra la eutanasia, porque tratando de suprimir el dolor, busca eliminar al enfermo, no encuentra razones para afrontar el dolor y lo resuelve como si tratara de una “cosa” que se quita de en medio, o un animal al que se le inyecta una sustancia letal para acabar con su sufrimiento.

Los Cuidados Paliativos consiguen que el lecho doloroso se torne en escuela de aprendizaje para todos. Por eso, es importante y urgente impulsar una ley que la regule y dote del equipo técnico y humano necesario para desplegar con ciencia, técnica y humanismo estos cuidados, vitales para el bienestar del paciente.

Recomendamos accedas, descargues y registres el Modelo de Testamento Vital  o Voluntades Anticipadas elaborado por expertos de Euvita.

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1 comentario en “Consideraciones Emocionales y Antropológicas del Dolor”

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