En defensa de mis pacientes – Teresa García García

En defensa de mis pacientes

En defensa de mis pacientes, es un artículo dirigido al Director del diario La Verdad, escrita por Teresa García García, Jefa de sección de Oncología Médica del Hospital General Universitario Santa Lucía, Euvita hace un breve comentario al respecto.

En defensa de mis pacientes

Soy médico oncóloga y trato pacientes con cáncer, en su mayoría avanzado, intentando con todas mis fuerzas que puedan vivir, y vivir mejor. Ante la situación actual en España con la ley de eutanasia en marcha, me veo en la necesidad de expresar mi opinión en defensa de los enfermos.

Primero, para que sepan que estamos a su lado, y que nuestra intención no es “encarnizarnos” para hacerles la vida y a muerte más difícil. Y, segundo, porque lo que a muchos les ha parecido tan buena noticia que la han recibido con aplausos y abrazos, a la mayoría de nuestros pacientes les atemoriza.

Temen que la cultura de la “muerte digna” hagan mella en el personal sanitario (ya lo han hecho), y que lleguemos a “compadecernos” tanto de ellos que consideremos que no vale la pena el esfuerzo (suyo, nuestro y de la sociedad).

Es muy triste que un enfermo tenga que venir a la consulta con miedo a que lo consideremos “eutanasiable” (y desde que salió la ley lo son todos, por definición). Es cruel que el paciente tenga que darnos explicaciones de los motivos por los que “aun así”, a pesar de su deterioro, a pesar de sus quejas, que son desahogos, desea vivir y luchar.

Sin duda les ayudaría mucho más notar el apoyo de todos: escuchar palabras como “¡ánimo!, ¡vales la pena, tu vida aporta mucho a la sociedad, aporta humanidad y dignidad, nos mueve a ser mejores!”.

A mis pacientes les ayuda más el ejemplo de esos famosos, que mueren con discreción y valentía tras vivir hasta el final, como Pau Donés, como Rocío Dúrcal…, que ningún debate ni ley sobre la “muerte digna”.

Teresa García García
Cartagena (Murcia)

Fuente: La Verdad

En defensa de mis pacientes
Como decía Carlos Barrios (Decano Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud, Universidad Católica de Valencia), “la muerte médicamente procurada, abre una profunda y dolorosa herida en la misma esencia de la Medicina“.

A pesar de que el Código de Deontología Médica rechaza la muerte intencionada de un paciente, así como el suicidio asistido, la Ley de Eutanasia lo ignora y va en contra de la tradición hipocrática de la Medicina, que es curar siempre, o al menos aliviar, acompañar y consolar al enfermo.

Sencillamente, la eutanasia no es un acto médico, tampoco es un servicio sanitario porque busca la muerte, y no contempla lo que caracteriza a la medicina: diagnosticar, prevenir y tratar. Por lo tanto, no se puede exigir al médico que practique la eutanasia. De ser así, es preferible que el médico ejerza su derecho a la objeción de conciencia si sus convicciones realmente descartan esta práctica.

Eliminar al enfermo que sufre trae como resultado la desconfianza en el sistema sanitario, en los médicos. Genera miedo, depresión, pero también aislamiento, recelo hacia el médico.

En cambio, los médicos objetores es más probable que se conviertan en garantía para los pacientes, porque sí les tendrán confianza, y por ende desaparecerá el temor y entenderán que jamás los considerarán eutanasiables.

Es fundamental promover una cultura que afirme la vida. Sí, toda vida importa, todo ser humano tiene su valor en sí mismo. Por tanto, se deben realizar todos los esfuerzos posibles (públicos y privados) para que los enfermos terminales sufrientes reciban los cuidados paliativos, enfrenten su enfermedad con esperanza y valentía, aprovechen al máximo el tiempo disponible y finalmente puedan vivir sus últimos días en paz, sin dolor, reconciliado consigo mismo y en compañía de sus familiares y amigos. Este es el escenario del final de la vida que consideramos valioso para los pacientes terminales.

De nosotros depende generar la cultura de la vida, de nosotros depende no estar equidistantes ante esta ley por conveniencias o apatías. Solo la unidad puede superar la indiferencia, solo respetando las convicciones propias puede hacer prevalecer la paz del alma en sí mismo y en los demás.

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