La muerte dulce, no una indecencia es una artículo de Miguel A. Martínez-González, Catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública, Universidad de Navarra y de Harvard School of Public Health. La ruindad de asumir que hay vidas humanas de descarte, que no merecen la pena ser vividas, inevitablemente acaba invitando a alguna gente a suicidarse.
Fuente: DiarioSur.es Autor: Miguel A. Martínez-González
La muerte dulce, no una indecencia
La medicina preventiva a veces soñó con soluciones finales radicales. Las derivas de cierto darwinismo social pesaron mucho en tal radicalidad. «En los salvajes, la debilidad del cuerpo o de la mente es rápidamente eliminada, y aquellos que sobreviven exhiben comúnmente un vigoroso estado de salud. Nosotros los hombres civilizados, en cambio, hemos detenido prácticamente el proceso de eliminación: construimos asilos para los imbéciles y enfermos, y nuestros médicos intentan salvar la vida de todos» (Macfarlane).
¿Para qué salvar vidas, si luego serán personas deterioradas y rebajarán la salud media poblacional? La tentación de eliminarles acabó siendo inevitable en la Alemania nazi. La eutanasia «voluntaria» aprovecha la labilidad emocional de los pacientes para hacer que la pidan ellos mismos. Sutilmente invitados. Basta presentar la petición como acto valiente, progresista y solidario. Una canallada: aprovecharse de esa asimetría emotiva y de su complejo de ser una carga cuando están en su peor momento psicológico.
Se cumple un año de que el Congreso aprobase la ley eutanasiante. Recurrida ante el Tribunal Constitucional. Contra la medicina. No nos consultaron a los médicos. Esta ley contradice nuestro ADN y nuestro código deontológico. El colmo es elevarla a «provisión de servicio médico». No es medicina, es anti-medicina.
Citamos en “La sanidad en llamas” (Planeta, 2021) a Marcos Gómez-Sancho, líder de medicina paliativa en España: «Legalizar una forma de acabar con ellos [sus pacientes] es una indecencia». Con buenos cuidados paliativos desaparecen las peticiones de eutanasia. Bastaría con este video.
Matar pacientes no es solución para sufrimientos extremos. La solución es medicina paliativa. Eso sí es “muerte dulce”. La que todos querríamos.
La ruindad de asumir que hay vidas humanas de descarte, que no merecen la pena ser vívidas, inevitablemente acaba invitando a alguna gente a suicidarse. Todos estamos sobrecogidos por la abundancia de suicidios. Invito a volver a ver esta Navidad la fenomenal cinta de Capra: ¡Qué bello es vivir!
Asumir que hay vidas o personas humanas que no valen “nada” es retrógrado. Esa “nada” es demoledora de todo humanismo. Destruirá más y más a la humanidad cuanto más materialista, relativista, consumista, hedonista y egoísta sea una sociedad ¿O no es verdad que empieza a suceder esto con muertes en pateras, o por Covid-19… si ya no nos alteran, ni conmueven, ni sorprenden? ¿Es el relativismo?
Un médico holandés justificó así por qué mató a una paciente con cáncer de mama (sin pedirlo ella}: «Podría haber tardado aún una semana más en morir. Yo simplemente necesitaba su cama». Para ahorrar gastos sanitarios, se llegaron a proponer incentivos económicos a familias si su pariente enfermo pedía la eutanasia.
Holanda fue el primer país en despenalizar la eutanasia con una ley de 2002 que sigue vigente. Ya era tolerada desde 1973, y hubo sucesivas despenalizaciones previas al 2002. La ley solo normalizó una cultura de la muerte ya establecida. Siguió precipitándose en caída libre, cual pendiente resbaladiza, donde cada vez hay más eutanasias involuntarias (no las pide el paciente), a niños, a enfermos que no son terminales ni tienen sufrimientos físicos «insoportables»… diga lo que diga la letra de la ley.
La realidad holandesa y de otros pocos sitios explica que sean tan escasos los países que han despenalizado la eutanasia. Un crimen sigue siendo un crimen, aunque unos diputados voten que no lo sea. Matar es matar. Diga quien diga lo contrario. Los médicos hicimos ese juramento hipocrático: A nadie daré, aunque me lo pida, un remedio mortal, ni tomaré la iniciativa de proponer una cosa así. Saltarse esto es cargarse la medicina, empezando por liquidar la confianza de los pacientes en sus médicos.
Nos manipulan. Un crimen inhumano se escenifica como acto de misericordiosa solidaridad. Se oculta que una persona mata a otra. consciente y deliberadamente. Es así. Por muy bienintencionadas que parezcan sus motivaciones. Si nos cargamos aquello de que el fin no justifica los medios, entonces, apaga y vámonos.
Nuestro libro “La Sanidad en llamas” resalta que «se legalizara la eutanasia en contra del comité de bioética y de los principales colegios de médicos». Además, se hizo en pleno confinamiento pandémico.
En contraste, la Asociación Médica Americana apoyó una ley que prohibiría la cooperación al suicidio en todo el país y reitero en junio de 2019 la oposición de los médicos de EE.UU. a la eutanasia, «imposible de controlar y un riesgo para la sociedad». La Asociación Médica Mundial condena, como opuesto a la ética médica, no solo la eutanasia, sino también el suicidio médicamente asistido. La OMS establece que «con el desarrollo de métodos modernos de tratamiento paliativo, no es necesaria la legalización de la eutanasia» (Martínez-Sellés, Eutanasia, 2019).
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